Durante el 2020 los estudiantes de todo el mundo se vieron obligados a vivir la experiencia de una clase online. Participaron de manera colectiva en clases expositivas de sus colegios o universidades, resolvieron pruebas a través de plataformas digitales, participaron de charlas, talleres, entrevistas y todo cuanto se hacía normalmente, pero a través de una pantalla. ¿Podemos decir que fue un fracaso?, ¿podemos afirmar que “no hubo aprendizajes significativos”?
En Academia Narvezzi estamos convencidos que sí hubo aprendizaje y tal vez, más que en otros años. El tema es, ¿qué es lo que los estudiantes aprendieron? En nuestra visión, aprendieron a valorar sus tiempos, a estudiar de una manera más ordenada y eficiente, aprendieron que ese tiempo de viaje al colegio donde solo veían su smartphone ahora se podía aprovechar en dormir un rato más y despertar con más energías, incluso se podía aprovechar leyendo. Aprendieron que ese breve instante en que el profesor termina la clase, arregla sus cosas y se alista para salir de la sala; era sin lugar a dudas un lapso que acuña más valor que decenas de horas de conversación por email. Todo lo que quedó restringido recuperó aquel valor que nuestros abuelos tenían muy claro y que fuimos olvidando de generación en generación; los juegos de mesa, la hora del té, las conversaciones con los padres, los momentos de soledad e introspección.
Los jóvenes aprendieron que ese saludo con sus compañeros, al iniciar el día, antes de que el profesor llegue a la sala, era maravilloso. Aprendieron que todo se puede acabar sin previo aviso, la lección más dura de la vida misma.
Esta generación no será débil, o ignorante, como algunos vaticinan. Esta generación será intelectual y socialmente más desarrollada, tendrá más conciencia sobre el uso del tiempo y tendrá mucho más claro el valor de la educación presencial. Han aprendido que deben ir en búsqueda del conocimiento, algo que los profesores siempre quisimos enseñar, pero que solo la vida enseña.
Lo que nos dejará esta etapa de nuestra historia es más valioso que unas cuantas fórmulas matemáticas o corrientes filosóficas, lo que hemos ganado es el despertar de la conciencia de los jóvenes. Algunos lo han aprendido con alegría, otros con melancolía y algunos hasta con frustración, pero todos sin excepción han aprendido que la oportunidad de mirar a los ojos a una persona, de tomarle la mano, de escucharle directamente; son experiencias impagables e irremplazables. Ahora verán con una mirada mucho más alegre un posible retorno a clases, a sus aulas donde aprenden ciencia, humanidades y artes; pero por sobre todo donde tienen la experiencia más hermosa, vivir.
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